Antes Despues

Me dirigí hasta la casita con mis flores aromáticas, aspiré su fragancia y sonreí, por lo menos el perfume del bosque que me rodeaba lo podía apreciar, ya que no comía ni bebía. A veces nadaba y me sumergía en el fondo del lago, hoy no estaba muy animada.

¡Cuánto daría por tener un poco de compañía! Pero jamás nadie me había podido ver, alguna vez algún excursionista se había adentrado hasta mis tierras, pero ni siquiera era capaz de encontrar mi morada.

 

Al principio de convertirme en un fantasma, era feliz porque disfrutaba de mis pequeñas posesiones que tenía, mi arpa, mis libros y mi hogar. Pasaban los días y me sorprendía que nunca variara de aspecto, y ni siquiera necesitara alimentos. Me tumbaba en la cama, no para dormir, si no, por aburrimiento. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi vida ya no me pertenecía, algo muy grave debió de ocurrirme para que mi alma y mi cuerpo, no estuvieran juntos.

Visité el cercano cementerio de la aldea.

Con estupor contemplé mi tumba, había muerto a la edad de veinte años. En la lápida de mármol, había una única inscripción: “Aquí yace una joven desconocida, que encontramos en el lago, flotando como una ninfa”

Que tristeza que nadie me recordara. Siempre he vivido aquí aislada, no recuerdo otro sitio donde antes estuviera. Únicamente sabia mi nombre, como si alguien en susurros me hubiera llamado: “Emily…”

Era un misterio, no tenía pasado, ni presente, ni futuro ¿De dónde habría venido? ¿No sería un ser humano? ¿Pero quién me había creado? Ningún rostro venía a mi mente. Ni padres, ni hermanos, ni amigos.

 Me sentía muy triste en mi casita, rodeada de un frondoso bosque, con algún animalito que me hacía compañía.

Nadie me veía, ni me hablaba. Pensé en mi absoluta soledad abandonada… Unas lágrimas cristalinas en forma de pequeños diamantes, se derramaban por mi cara.

Entré en mi pequeña morada y con mucha pena me recosté en mi cama. Seguí sollozando no podía parar, no tenía respuestas a mis angustiosas preguntas: ¿Por qué mi existencia era tan vacía? ¿Por qué mi cuerpo lejos yacía? ¿Por qué no tenía vida?...

Se abrió la puerta de mi morada.

-¿Por qué llora señorita? ¿Alguien la ha hecho daño? He escuchado su terrible pena y me he acercado.











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