Encantados con el encantamientoRelatos Románticos y Fantásticos.
Volumen VII
Ana |
Edición en formato digital: mayo de 2011
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. |
PARA MIS TRES AMORES, MIS HIJOS ANA Y RAÚL Y MI MARIDO JUANJO, SIN ELLOS HUBIERA SIDO IMPOSIBLE CREAR ESTAS HISTORIAS.
-Mery, alcánzame las cortinas, las voy a colgar en la ventana del salón. Quiero que quede todo muy bonito. Hoy por fin inauguramos la casa nueva. Van a venir todos mis compañeros de trabajo, hasta el Jefe Supremo de los laboratorios.
-No estés nerviosa, cuando te han contratado y has ascendido tan rápidamente, es porque te lo mereces. Eres una excelente científica. Y les aportas muy buenas teorías y proyectos, para el desarrollo del fármaco, que estáis creando.
-Bueno, tú eres mi hermana y me comprendes mejor que nadie. Este es mi sueño. Cuando papá murió de leucemia, no podía quedarme con los brazos cruzados, debía intentar por lo menos salvar al resto de la humanidad y encontrar la solución para erradicar la enfermedad.
Tú también has estado obsesionada, si no nunca hubieras ejercido la profesión de doctora.
-Es cierto. Nos sentimos impotentes al no poder hacer nada para salvarlo. Ojalá, hubiéramos sido más mayores o estuviera más desarrollado los descubrimientos farmacéuticos, para paliar el sufrimiento de muchos pacientes y familiares.
-Sí. Somos demasiado similares. Aunque sea mayor que tú, nueve meses, podemos pasar casi por hermanas gemelas. Nuestro físico es muy parecido. Pero tengo que decirte que mis dos centímetros de altura, por encima de ti, me hace ser una mujer espectacular.
Nos reíamos ante mi ocurrencia.
-Agatha, si casi ni se nota. Siempre nos confunden nuestros amigos. Incluso papá, nos cambiaba los nombres, cuando teníamos quince y catorce años, antes de dejarnos.
-Es cierto, pero me permito el gusto de hacer de hermana mayor y responsable. Quizás una de nosotras, deberíamos cambiarnos de aspecto. No sé, cortarnos el pelo, ponernos lentillas de color negro, vestirnos como hippies.
-Sí claro. No te lo crees ni tú.
Anda que no nos lo pasamos bien, haciéndonos pasar la una por la otra. Incluso algún enamorado, se ha vuelto loco, con nuestros cambios de conversaciones.
-Tienes razón, Mery. Seguiremos como dos gotas de agua. Los ojos violetas, rodeados por largas pestañas y finas cejas negras. El cabello azabache muy liso, hasta la cintura. La nariz recta, los labios carnosos y rojos, los pómulos marcados por nuestra delgadez. Y pos supuesto mi estatura de metro setenta y siete y la tuya pequeñaja, de metro setenta y cinco.
-Agatha, por supuesto que sí y cuando nos pongamos muy arregladas, como esta noche en la fiesta de inauguración de la casa, con los zapatos de tacón y nuestros vestiditos de lo más sexis negros. Pasaremos desapercibidas. No se darán cuenta de nuestra presencia.
Nos abrazamos y reímos, estábamos felices, por fin tendríamos un hogar para nosotras dos y no compartirlo con otras jóvenes estudiantes.
Terminamos de adornar nuestra casita de dos plantas. Únicamente teníamos a otros vecinos en la puerta de al lado. No los conocíamos de nada, aún así, los habíamos invitado como buenas ciudadanas. Formaban dos chalets adosados en una preciosa urbanización, a las afueras de Ámsterdam.
Había convencido a Mery, para que se trasladara a vivir conmigo en Holanda. Antes nos alojábamos en la casa de nuestros ancestros en Edimburgo. Nos apellidamos Hutton. Y la propiedad ha pasado de generación en generación, hasta llegar a nuestras manos.
Nos costó mucho dejarla. No hemos querido venderla, porque es nuestro refugio de paz y estamos muy arraigadas a los buenos recuerdos, de cuando éramos pequeñas y vivían los abuelos y nuestros padres.
Ahora solamente quedamos Mery y yo, y no soportamos estar separadas. Nos queremos demasiado, para hacer semejante sacrificio.
Hemos vivido en casas de alquiler cuando comenzamos a trabajar, Mery, en un hospital de Londres, donde estuvo en la sección de urgencias, y yo, en una compañía farmacéutica, investigando nuevas fórmulas, para combatir neumonías.
Después de pasar allí un año, se interesó por mí, el propietario de unos famosos laboratorios, con sede en Ámsterdam, para lograr combatir la leucemia.
Consulté con mi hermana, y me apoyó totalmente en el proyecto. Ella buscaría un hospital aquí y estaríamos el tiempo que hiciera falta.
El sueldo, era un incentivo más, a nuestra decisión de viajar y conseguir una casa en propiedad.
-Agatha, cariño. No des más vueltas para arriba y para abajo, está todo perfecto. Y el catering vendrá de un momento a otro. Solamente tenemos que sonreír a todos y ser amables.
Venga, vayamos a la cocina y nos serviremos una copita de vino tinto. Nos relajará y luego subimos a las habitaciones y nos vestimos, poniéndonos súper atractivas.
He comprado un perfume que va a dejar a todos los hombres rendidos a nuestros pies. Es de lo más sugerente y salvaje.
-Mery, ¿no será demasiado para presentarnos en sociedad? ¿Crees que estoy exagerando, para dar buena impresión al dueño de los laboratorios?
-No, Agatha. Además ni siquiera le conoces. Lo importante es sentirnos a gusto y que los invitados también se relajen y disfruten de una buena comida y conversación.
-Tienes siempre razón Mery, tú eres más optimista y tranquila que yo. Me gusta controlar al milímetro cada situación. Y también hay que divertirse preparando la fiesta y compartiéndola.
Brindamos por nuestro futuro y subimos a arreglarnos.
Faltaba una hora, para que nuestros amigos vinieran y el servicio de catering, estaría al llegar, ellos se encargarían de que nada faltase. Así nosotras, podríamos mezclarnos con todos los invitados, sin descuidar a nadie.
Me miré al espejo, el cabello lo había recogido en un elegante moño. Todo estaba en su sitio. Me di un ligero toque de maquillaje muy natural y brillo de labios. Por último me subí a los tacones. (Suspiré) Iba a ser una noche muy larga.