Antes Despues

Me ha transmitido, no solamente mi nombre idéntico al suyo, si no sus genes, prácticamente soy un calco, excepto por los ojos azules oscuros.  Son iguales a los de Monique, mi amada madre que era de origen francés. Mi cabello es muy negro y espeso, pronto se salpicará de canas cuando cumpla en poco tiempo los treinta y dos años.

A mi padre siempre le he conocido con el pelo blanco, él está muy orgulloso de su aspecto de hombre respetable y sabio. Compartimos las cejas pobladas y las pestañas muy largas.

Somos muy altos y fuertes, nuestros músculos se han desarrollado a base de trasladar mucha maquinaría pesada para nuestras investigaciones. Nos dedicamos al desarrollo y avance del comportamiento de los rayos láser en cualquier ámbito científico aplicado para el bienestar de la humanidad.

Una amplia sonrisa me hace recordar los momentos de emoción que hemos compartido ante un experimento. Claro nuestras bocas son grandes, al igual que nuestros dientes tan blancos, por los muchos cuidados a los que los hemos sometido. Somos de labios gruesos, y con un mentón un poco ancho dándonos aspecto de tipos duros junto con nuestra nariz un poco aguileña.

Nadie diría que somos dos excéntricos investigadores a no ser por las gafas redonditas de montura metálica que llevamos.

Estoy tan agradecido a mi padre por enseñarme tantas cosas y quererme con generosidad demostrándomelo todos los días con sus buenos actos hacía mí… Inculcándome el amor por la ciencia, la honestidad, el respeto hacía los demás… Compartiendo el don de la sabiduría sin egoísmos, para hacer más agradable y mejorar la sociedad actual que nos ha tocado experimentar…

Vuelvo a la realidad, mis ojos se humedecen al verlo postrado en una cama y sabiendo que la vida se le escapa poco a poco sin que yo pueda remediarlo.

El destino es muy cruel. Me siento con ira hacía él, por no darnos la oportunidad de disfrutar del éxito tan próximo que tenemos ante nosotros, gracias al  proyecto de un nuevo rayo láser más seguro y eficaz.

Es nuestro mayor reto. Cómo el hijo que esperas con ansía y está a punto de nacer y cuando lo vas a tener, tu vida se apaga.

¡Cómo podré sobrevivir sin él qué es y ha sido todo para mí!

¡Qué puedo hacer para no flaquear en estas circunstancias y facilitarle sus últimos instantes para que sean lo más felices posibles!

Tengo que relajarme tocando el piano y reflexionando mientras él duerme el sueño de los inocentes.

La música de Chopin me relaja y despeja mi mente. El sonido penetra en mis oídos y hace volar mi espíritu.

Monique siempre tocaba sus partituras y yo amo cada nota que sale de mis dedos en recuerdo a ella.

Era una gran concertista de piano cuando mi padre la conoció en un seminario científico en Paris.

Ella deleitó a los integrantes del seminario, con suaves melodías, poniendo el broche final al simposio.

Se enamoraron al instante cuando sus miradas se encontraron. Supieron que estaban predestinados a vivir su historia de amor.

Sin dudarlo ni por un solo momento, mi madre hizo las maletas y se trasladó a Boston.

Allí vivía por y para mi padre, le ayudaba en sus experimentos e investigaciones, mientras le inspiraba con el fluir de su música.

Su inmensa dicha llegó con mi nacimiento, volcaron todo su amor hacía mi diminuta persona.

Fueron los años más felices de mi vida. Aunque breves pero muy intensos. Los tres formábamos una única unión, complementándonos los unos a los otros, cada uno con sus diferentes caracteres y aptitudes.

Nunca nos hemos recuperado de su pérdida y ahora me enfrento a un reto terrible. De las tres partes indisolubles y perfectas va a quedar una…

Un triste llanto sale del dormitorio de mi amado padre.

Corriendo para estar en su aflicción,  tiro hasta la baqueta del piano.

No debí dejarlo solo, está muy débil y me necesita las veinticuatro  horas a su lado.

Ha tenido una pesadilla. Le sujeto su frágil mano y le consuelo con palabras de cariño y bondad.

Le hablo de nuestros inventos y de las futuras investigaciones.

He pedido tres meses de excedencia para cuidar a Cristopher. El Pentágono me ha dado luz verde para dedicarme en exclusiva a él.

Saben que nuestros hallazgos son muy importantes y beneficiosos para su uso en el campo de la medicina.

Deseamos salvar vidas no quitarlas.

En nuestra casa desarrollamos todos los proyectos. Disponemos de un sótano de ochocientos metros cuadrados, habilitado únicamente para este fin.

La mansión es grandiosa y nos sobra espacio para que sea nuestro hogar y nuestro medio de trabajo, usando el laboratorio como un templo sagrado.

           El timbre en la verja del jardín, me sobresalta y mi neblina de ensimismamiento se despeja.

¿Quién será a estas horas de la noche?

Espero que no venga ningún sargento militar para vigilar los progresos del rayo láser.

Al salir a la fría noche, unos relámpagos alumbran el cielo.

 Quién venga a estas horas de la noche, trae la tormenta eléctrica hasta la puerta de  casa.

Al ir acercándome creí ver visiones, cuando un rayo iluminó la cara de una desconocida.

Un estruendo seguido de una fuerte lluvia me devolvió la cordura.

Cuando me acerqué a la veja de la entrada la desconocida había desaparecido.

 

Miré en los alrededores, el agua me empañaba las gafas y casi no veía nada.

Resignado me volví al interior de la mansión. Más desangelado que nunca. Mi madre no podía estar viva y ser tan joven. Una ilusión óptica me hizo ver imágenes inexistentes.

Entré en la habitación de mi padre, seguía durmiendo con el semblante más relajado. Incluso me pareció percibir cierta sonrisa en los labios.

Por lo menos su sueño era hermoso y le hacía dichoso.

Una tiritona me hizo reaccionar. Estaba calado hasta los huesos había salido al exterior sin un abrigo y sin paraguas.

Una ducha caliente, un buen tazón de leche con miel y el sofá más cómodo harían mi noche más llevadera en compañía de mi padre.











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