Antes Despues

-¿Lo dice porque usted va por el cuarto?

-¿Cómo ha dicho señorita Bergman?

-Nada que en un cuarto de hora salgo para el Polo Norte. Recojo mis notas y las de mi compañero, paso por mi casa y lleno las maletas de forros polares y por supuesto mi cámara de fotos. No quiero perderme la hibernación del oso polar. Será de lo más divertido.

-Tenga cuidado y envíe el reportaje aunque sea por fax, esto se hunde hay que dar leña al mono y encontrar una exclusiva. Necesitamos un bombazo y el caso Reigman puede ofrecernos el lanzamiento al estrellato.

-Sí, o el porrazo.

-¡Nunca la comprendo, habla muy bajito!

-Claro está sordo como una tapia de tanto gritarnos durante toda la jornada de dieciocho horas al día.
Decía que espero no escurrirme en la nieve y darme un porrazo.

-Buen viaje señorita Bergman.

-Lo mismo digo señor Stevenson. Que se divierta en su quinta luna de miel a las Bermudas. Con suerte queda atrapado en el triángulo y desaparece de nuestra vista.

Con prisas metí todo en mi gigantesco bolso. Me despedí de mis colegas y salí pitando a coger el ascensor. Estaba en un veinteavo piso, en un edificio de cincuenta plantas. No tardaría en bajar en ascensor demasiado, a no ser que cogieras la hora punta y estuviera todo el rascacielos a tope de empleados y directivos.











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