Antes Despues

Mis dedos finos y ágiles trabajaban sin cesar creando bellas figuras. Soñaba con tener mi propio taller de escultura con una variedad de mármoles,  alabastros y escayola para fabricar mis moldes.

Acariciando la arcilla del jarrón que estaba esculpiendo los ojos empezaron a humedecerse, unas lágrimas silenciosas caían dentro de mi objeto de artesanía. Pronto lo terminaría y tendría que venderlo para sobrevivir.

Los recuerdos afloraron en mi cabeza como si se tratara de una neblina que está muy compacta y empieza a despejarse, mostrándome imágenes de un pasado no muy lejano llenos de alegría y felicidad.

Mi amada madre preparaba el equipaje, estaba muy intranquila por todas las cosas imprescindibles que tenía que empacar hasta aquellas lejanas tierras de Oriente.

-Victoria, cielo. Ayúdame a meter todos estos libros que tu padre quiere llevarse a Alejandría. El baúl no cierra bien. Espero que podamos mantenerlo en orden.

-Mamá, enseguida voy, tengo que lavarme las manos.

-¿Has estado otra vez jugando con la tierra? Anda ve a asearte y procura no entretenerte mucho. El jabón no es para crear un pez con burbujas en la boca. Son muy bonitos pero tus hermanos pequeños jamás querrán estar limpios si tienen que estropear el pececillo.

-Lo sé mamá, procuraré moldear otras figuras con otro material. Aunque es una pena no dejar por toda la casa adornos como recuerdo de nuestro paso por la historia de Inglaterra.

-Cariño si dentro de tres años volveremos otra vez a Cambridge. Podrás seguir haciendo tus obras de arte por todo el jardín y las estancias de toda la familia.
Anda nenita, date prisa que también tenemos que atender a los abuelos. Mientras cuidan de Ben, bajaremos su equipaje.

-¿Y papá no habrá ido a la universidad otra vez a por más manuscritos?

-Si querida, me temo que ha ido a por otro cargamento de obras literarias.

(Di un beso a mi madre en la mejilla y salí corriendo a lavarme las manos).

-Hum, mamá ya estoy aquí. Traigo una caja de madera donde guardaba mis objetos manuales. Los he dejado adornando el porche trasero, allí no estorbarán a nadie.

-Buena idea, Victoria. No sabía qué hacer con tantos libros. Y los que vienen de camino. Espero que tu padre llegue a tiempo, siempre es tan despistado con los horarios cuando se trata de leer, que lo mismo perdemos el barco.

-¿Quieres que me acerque a buscarlo al campus de la universidad? Seguro que estará con su colega el Señor Frank Kent, cuando se encuentran los dos no hay manera de separarlos.
No me extrañaría que se viniera con nosotros a Alejandría.

(Nos sonreímos imaginándonos la escena en el barco, los dos catedráticos comentando las obras de Shakespeare y uno sujetando una calavera representando Hamlet).

Terminamos de recoger lo más imprescindible y dejamos sitio para los posibles libros que traería mi padre.

-Mamá. ¿Dónde están George y Harry?

-Paseando a Scotty. El perrito se quedará con el amigo de tu padre. No podemos llevarlo en un viaje tan largo.

-Pobrecito, es muy serio el Señor Kent, no lo cuidará como nosotros.

-Bueno, tiene un hijo mayor que tú. Supongo que se encargará de Scotty.

-¿No es un estirado sabiondo que va ya a la universidad?

-Victoria, no está bien opinar de las personas sin conocerlas. Tu padre dice que es el mejor estudiante de historia antigua de su curso. Y tiene un futuro muy brillante.

-Va, será como su padre un aburrido profesor. Con lo divertido que es viajar, conocer nuevas culturas, admirar las estatuas clásicas de Grecia, Roma…

-Eres muy soñadora, hija mía. Cuando seas mayor te darás cuenta que la vida no es un cuento de hadas y que tienes que adaptarte a las circunstancias.

Venga bajemos a coger los carruajes y vayamos acomodando a toda la familia.
Tus abuelos estarán agotados de seguir a Ben por todas partes, empieza a gatear y se mete en todos los rincones.

-Es un bebé precioso. Algún día tendré un hijo como él. Es tan alegre y simpático. No veas mamá, las ganas que tengo de modelar su figura al natural. Quiero crear una de mármol con sus hermosos rizos dorados, sus almendrados ojos verdes, la naricita tan simpática, esa boca grande de picaruelo con sus dos dientecillos. El cuerpo y las piernas redonditas. Es el pequeñín más bello que existe.

-Sí. Es un encanto y es el más parecido a ti. Tu eras idéntica a él cuando naciste. Sigues siendo una señorita muy guapa, con tu larga melena rizada y dorada. Podría pasar por tu hijo. Estoy segura que dentro de pocos años tendrás uno tan adorable como Ben.

-Bueno. No creo que nadie quiera casarse con una escultora. Me tomarán por una mujer excéntrica y extraña. No conozco artistas del sexo femenino que sean de renombre.

-Cielo, eres única, y si un hombre te quiere de verdad, te apoyará elijas lo que elijas de profesión. Y si es lo que más deseas, lo conseguirás.

(Nos abrazamos y nos besamos con todo el cariño que tienen una madre y una hija).











.: Para seguir leyendo debe comprar el libro :.





Comprar Ahora