Antes Despues

Estoy preparada para ser una buena institutriz o una dama de compañía.

El problema, según me ha comentado Miss. Herbert. Van a ser los señores de las casas o los hijos más mayores. Suelen propasarse con las jóvenes que vienen del orfanato.

Cuando salgo a la calle. Voy disfrazada de chico. No deseo meterme en problemas.

Mi larga melena dorada y ondulada, llama la atención, al igual que mis ojos color ámbar con largas pestañas y cejas muy finas de un tono más oscuro que mi cabello. La piel es demasiado blanca y lo labios muy rojos y gruesos. Mi nariz es recta. Y soy muy alta y esbelta.

Suelo vestirme con unos pantalones anchos atados con una cuerda, para que no se me caigan, una camisa de cuadros, un abrigo muy largo que me llega hasta mis desgastadas botas y una gorra negra, donde oculto todo mi pelo.
Me tizno con carboncillo por la cara, para disimular mi palidez. Y los labios me los decoloro con un poco de pintura blanca, sacando polvillo con dos piedras del mismo color.

Nadie, se fija en mí. Es una ventaja. Paseo libremente por los muelles, los parques y las callejuelas de Londres. Parezco un pilluelo y ninguna persona se arrima , por si les voy a robar algún objeto de valor.

Ya ha llegado la hora de marcharme. Mis queridos amigos y compañeros se han puesto en fila para darme besos y cada uno me ha hecho un regalo. Los abrazo muy fuerte y las lágrimas nos recorren a todos las sucias caras. Les vuelvo a prometer que nunca dejaré de quererles y que cuando pueda los iré a ver.

Mr.Bearn y Miss. Herbert. Me esperan con los brazos abiertos, ellos se suenan la nariz de lo emocionados que están.

-Querida, Ann, te deseamos lo mejor. Has sido y serás la mejor niña que hemos tenido, desde siempre. Eres un ejemplo para los demás niños. Y te vamos a echar mucho de menos y a recordarte con todo nuestro cariño. Miss. Herbert y yo, hemos podido reunir una modesta cantidad de dinero para que puedas pasar una semana, en una habitación de alguna posada.

Debes tener tiempo para encontrar un empleo y no morirte de hambre. Es poca cosa lo que te damos, pero esperamos que te ayude a superar tus primeros días como adulta.

-¡Oh! ¡Son muy generosos y bondadosos! ¡Muchísimas gracias! ¡Nunca me olvidaré de lo amables que han sido conmigo y la educación que he recibido!

Miss. Herbert, no podía articular ni una palabra, con un pañuelo se sonaba la nariz.

No os pongáis así, prometo volver a veros.

Siguieron llorando todos. Mi amiga, Agatha, me abrazó y me besó con fuerza.

-Te queremos, Ann. Disfruta y vive la vida. No te preocupes en cuanto te marches pondré orden a toda la pandilla.

Les saludé con la mano, tirándoles un beso soplado y me despedí, con los ojos llorosos.











.: Para seguir leyendo debe comprar el libro :.





Comprar Ahora