Tía PetuniaRelatos Románticos y Fantásticos.
Volumen I
Ana |
Edición en formato digital: mayo de 2011
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PARA MIS TRES AMORES, MIS HIJOS ANA Y RAÚL Y MI MARIDO JUANJO, SIN ELLOS HUBIERA SIDO IMPOSIBLE CREAR ESTAS HISTORIAS.
Llegaba cargada con la compra a mi apartamento, cuando el cartero me esperaba con un certificado urgente.
Me alarmé pensando en alguna desgracia de algún familiar o amigo.
Firmé como pude con los paquetes de la comida en las manos y desbordándose los productos del supermercado por el suelo.
Adiós a los huevos, se cayeron y se hicieron tortilla.
La botella de leche se estampó y se desparramó el líquido con los cristales. Menos mal que la fruta y la verdura seguían sujetos en mis brazos como si fueran un bebé.
El bolígrafo se me escurría con el sudor de mis manos, pensando en el tremendo susto que me venía encima.
Sólo deseaba que no fueran mis padres ni hermanos, los que hubieran sufrido un accidente.
El cartero me miraba con cara de fastidio. Tenía prisa y yo parecía un torpe malabarista en mi primera actuación ante el público.
Cuando conseguí la carta me senté en los escalones de la entrada de mi casa. Temblaba sin parar, lo poco que quedaba intacto de la compra, la solté sin miramientos por ahí.
Con mucho tacto abrí el mensaje urgente. Lo leí de un tirón y no me enteré de nada. Decía algo sobre una petunia. Volví a releer otra vez el escrito más despacio. En la carta ponía: “Ponerse en contacto con el Señor Stewart, abogado de la Señora Petunia Reed. Es muy urgente.”
Al final venía la dirección y el teléfono del bufete de abogados.
¿Quién sería esa tal Petunia? Mire la dirección de mi correo y mi nombre, no se habían confundido de persona.
Llamaré a mi madre y la preguntaré por este personaje misterioso.
Metí la llave para abrir la puerta, estaba más tranquila. He armado tanto jaleo para nada. Menudo destrozo de comida. Hoy me toca cenar lechuga y una manzana.
Ni que estuviera a régimen.
Soy un palillo, por mucho que coma no engordo ni a tiros. En mi familia todos somos así. Soy la hija primogénita, la más guerrera. Me encantan las aventuras y viajar sin parar. Trabajo para una revista haciendo fotos sobre ciudades y pueblos de América.
¡Me encanta lo que hago! ¡Encima me pagan! ¡Es un chollo!
Con razón no cojo ni un kilo de peso. Eso sí, altura no me falta, mido un metro ochenta centímetros. Me confunden con una jugadora de baloncesto. Soy muy atlética. También presumida, me gusta llevar la melena larga hasta la cintura. Tengo el pelo ondulado y muy rubio. Los ojos verde azulados me los pinto con una raya negra en el parpado y me echo rímel para oscurecer mis pestañas y alargarlas. Como soy muy blanca de piel me pongo algo de color en mis mejillas y en mi nariz chatita para tapar un poco las tres pecas que tengo. En mis gruesos labios sólo llevo brillo, son demasiado rojos para pintarlos.
Suelo ir en vaqueros con camisas muy suaves estampadas y zapatos deportivos. Estoy mucho tiempo de pie, caminando e incluso corriendo para captar lo que quiero fotografiar.
Me obsesiona el objetivo de mi cámara. Es como un novio fijo, nunca me separo de ella. Vaya a donde vaya, cuelga de mi cuello como un collar. Así disimulo un poco mi escasez de pecho, para mi delgadez está proporcionado, pero los cánones de la moda no se rigen conmigo. Por lo menos las piernas no son dos palillos, de tanto ejercicio las tengo bien formadas. Y las minifaldas me sientan de maravilla.
Cuando la ocasión lo requiere en el armario hay varios trajes de fiesta y con el pelo recogido en un moño elegante parezco una actriz de Hollywood.
Ahora tengo unas pintas desastrosas, con el susto que me he metido y el chándal de andar por casa, estoy para salir en una foto.
Lo primero es meter las cosas en la nevera, después una duchita y a engancharme al teléfono con mamá y papá.
Ellos viven en un rancho en Texas, son en una palabra “rancheros”. Son felices y no piden más a la vida. Mi hermano pequeño, Julián, es el único que se ha quedado de momento con ellos.
Mis otros tres hermanos, tienen su propia vida: Peter, es veterinario en Cansas, Luck, es maestro en una escuela de Nueva York, para chicos con dificultades psíquicas y Benjamín, es entrenador de Rugby en un equipo de segunda en Kentucky.
Estamos todos solteros. Aunque soy la mayor tengo veintiséis años. Nacimos seguidos año tras año. Creo que mis padres pensaron llenar el rancho con un batallón de hijos.
En el cuarto se pararon, mi madre sufrió una infección y desde entonces no puede tener más bebés. Si no seguro que seríamos veinte por lo menos. Le ha dado por querer ser abuela y me pincha a todas horas con el tema. ¡Cómo voy a ser madre con el montón de trabajo que tengo y con lo que viajo! ¡Es imposible! No tengo tiempo ni de echarme un amigo, como para cuidar de una familia.